domingo, 18 de agosto de 2013

RETORNO A CHAMONIX (2ª parte)

Llegamos al valle un caluroso martes por la tarde, con las cimas cubiertas por las nubes de evolución propias del verano. Nos alojamos en un coqueto apartamento forrado de madera en Les Houches, con un balcón con dos tumbonas asomado directamente a todas las caras norte del macizo: un auténtico espectáculo a cualquier hora del día.







Las calles de Chamonix son un hervidero de turistas, senderistas y montañeros, y es un placer pasear por la calle peatonal, mirar escaparates de las mejores boutiques de montaña, tomar una cerveza o una cena rápida en el "Poco Loco", consultar la meteo en la Casa de los Guias de Montaña o simplemente sentarse junto al monumento a Saussure (padre del alpinismo) y embobarse viendo el atardecer sobre los glaciares. Todo está practicamente tal como yo lo recordaba, y es que estos Saboyardos son tan conservadores que lo mantienen todo prefecto.

En el valle hay muchas cosas que hacer, no hay tiempo para el aburrimiento. Para ir en familia, como ibamos nosotros, la oferta es variada, aunque no demasiado económica.
El primer día nos montamos en el histórico tren de cremallera de Montenvers, construido a finales del sXIX y que marcó el inicio del turismo de montaña en Europa. El tren "repecha" desde Chamonix hasta el pie del mayor glaciar de Francia, "la mer de glace", el mar de hielo, que aún hoy, a pesar del terrible retroceso sufrido, conserva sus 7 km. de largo y 200 m. de espesor.
Cuando llegas a la estación de Montenvers, a 1913 m. de altitud, la vista sobre el glaciar, sobre Los Drus y las Grandes Jorasses resulta una magnífica recompensa. Hay muchas cosas que ver alli, una exposición sobre la construcción del ferrocarril, una galería de cristales hallados en el macizo, el Glaciorum, muestra interactiva sobre la formación y evolución de los glaciares,...Nosotros también bajamos a la gruta de hielo, tallada cada año en el glaciar y a la que se llega por una escalera con... 400 peldaños!!
Otro día que amaneció totalmente despejado, hicimos la famosa excursión del gran balcon sur, hasta el lago Blanco. Desde Les Praz tomamos el teleférico de La Flegere y luego un telesilla hasta Index, en donde quedaba bastante nieve. Desde aqui parte un fabuloso sendero que recorre toda la ladera de las Agujas Rojas, con el macizo de Mont Blanc de frente. En sendero es bueno y cómodo, aunque ahora tenía varios neveros que habia que atravesar y por donde habia que pasar con cuidado, por lo que nos encontramos a muy poca gente. Finalmente se llega al lago Blanco, parcialmente helado, donde hay un refugio que sirve comidas y bebidas. La panorámica es excelente, desde el glaciar de Le Tour, Argentiere, la Aguja Verde y los Drus, Grandes Jorasses, las Agujas de Chamonix y el propio Mont Blanc. Mi hijo me decía que parecía un "croma", un decorado de los que usan en televisión. El regreso lo hicimos bajando por el sendero a Le Flegere. La mejor excursión normal del valle, sin duda.
Un día hizo mucho calor, por encima de treinta grados, (Dios mío, no sé cuánto van a durar los glaciares!), y nos fuimos en plan pique-nique relax al cercano pueblo de Passy, donde hay un lago fantástico, de aguas cristalinas y rodeado de cesped y árboles de sombra. Bañarte mientras contemplas la mole del Mont Blanc, Bionnasay, el Gouter, aparte de otras montañas menores del macizo de Aravis, es una grata experiencia. Había gente, pero nada comparable a cualquiera de nuestras playas y además, la limpieza es absoluta.
Cada noche, al volver al apartamento, nos sentamos en la terraza y contemplamos las últimas y fantasmagóricas luces que iluminan los picos y glaciares, mientras a veces se producían lejanos destellos y fogonazos de las tormentas de altura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Envidia sana la que da este reportaje, y con una información muy detallada que es de agradecer. Como dices en tu entrada anterior, en cada circunstancia hay que saber adaptar cada viaje, y disfrutarlo al máximo, estés en el Annapurna o en el Jabalcuz. Saludos