sábado, 4 de diciembre de 2010

ASCENSIÓN AL TERRIL (1.129 m.)

Hace años, a la vuelta de una reunión de la Federación Andaluza de Montaña en Granada, mi amigo José Manuel Amarillo y yo subimos al peñón de Algámitas, bonita cumbre situada al norte de los macizos de Grazalema y Ronda.
He tenido que esperar hasta ahora para subir a su hermano mayor, el Terril, que por un metro de diferencia es la cima más alta de la provincia de Sevilla.
Como viene siendo habitual en estos días, me fui sólo y en la moto, en dirección Olvera y luego hacia Pruna. Desde aquí sale una carretera que se dirige al pueblo de Algámitas y que sube en grandes lazadas hasta el puerto Zamorano. Antes de dicho puerto, a la izquierda aparece una ermita, donde aparqué el vehículo.
Hay que subir por la carretera durante escasos diez minutos, atentos a una casa situada en el otro margen. Justo al acabar la valla que rodea la finca, un pequeño hito marca el inicio de un delgado sendero, que hay que tomar en sentido ascendente. El sendero nos lleva hasta un collado en el que encontraremos un prado y un viejo pluviómetro, señal inequívoca de que estamos en el buen camino.
A partir de aquí afrontamos por derecho la subida del primer resalte de la montaña, por pequeñas veredas hechas del paso de las cabras pero sin pérdida posible. Una vez arriba, el segundo resalte se rodea por la izquierda, pasando cerca de una especie de caseta ubicada en lo alto.
Un nuevo resalte se presenta, que yo afronté directamente creyendo que sería la cima. Al llegar arriba, la loma se alarga y de pronto ves que la verdadera cumbre está más adelante, con un poco de bajada hasta un nuevo collado y repecho final hasta el vértice geodésico.
El Terril es un mirador extraordinario, por lo que recomiendo subir en días muy claros, como éste que yo disfruté: se ven las sierras del Pinar y del Endrinal, al fondo las sierras de Líbar y la sierra de las Nieves, haciendo honor a su nombre y engalanada con un delicado manto blanco.
Hacia el norte, el vecino y mencionado peñón de Algámitas, y las planas y fértiles tierras sevillanas, que se pierden en el horizonte.
Una ráfaga de frío viento del norte me saca del silencio y del solitario embelesamiento en el que hoy me encuentro, y emprendo la bajada, esta vez sí, rodeando las cimas intermedias.
Bonita excursión, que se completa en unas tres horitas cortas.
El paseo en moto también bonito, por esas curvas de Olvera que tanto me gustan.