lunes, 12 de agosto de 2013

RETORNO A CHAMONIX (1ª parte)

Ante tanto "recién llegado" y tanto advenedizo que anda suelto, permitidme que haga un poco de historia:
En 1.979, cuando contaba tan sólo catorce añitos, tuve la inmensa suerte de viajar a los alpes suizos, concretamente al valle de Kandersteg, para participar en un Jamboree, un campamento internacional de los scouts. El flechazo fue instantáneo, aquellas montañas y aquellos valles me cautivaron de tal manera que aún hoy me pongo nervioso al recordarlo.
En el verano de 1.984 participé en el primer viaje internacional de la agencia ALVENTUS, entonces ALJIBE CLUB DE VIAJEROS, y fue otra experiencia memorable: estuvimos en Chamonix, tambien en Grindelwald, donde hicimos un intento un poco suicida de escalar la cara oeste del Eiger y terminamos saliendo por Italia, visitando el Grand Paradiso y los espectaculares lagos Maggiore y Di Como.
Regresé a Los Alpes varios años consecutivos, siempre de la mano de mi amigo Faustino Rodríguez y su agencia, y estuve en el Oberland bernés, en el Tirol austríaco, en los Alpes Julianos de Eslovenia, varias de estas veces trabajando como guia de grupos y otras de forma más montañera, escalando picos como El Alphubel o el Johannisberg, entre otros.





 
Finalmente, en septiembre de 1.990 fui de nuevo a Chamonix con mi primo Lolo Figueroa y fue entonces cuando por fin escalamos el Mont Blanc, de 4.810m. de altura, entonces la montaña más alta de Europa.
A partir de ese momento, se abrió un largo paréntesis alpino que dura casi hasta nuestros días.
Durante la decada de los 90 y concretamente hasta 2008, me dediqué, en la medida de mis posibilidades, a recorrer otros países, otras montañas más lejanas y exóticas, con ascensiones y travesías en el Alto Atlas marroquí, en las remotas montañas del este de Turquia, en las selvas y los majestuosos volcanes de los Andes de Ecuador y por supuesto, en varias expediciones a diferentes zonas del Himalaya, en la India y Nepal, con algunas acensiones por encima de los 6.000 metros de altitud.
Esta última época reconozco que ha sido maravillosa, pues he tenido la suerte de conocer paisajes, gentes y culturas que han impregnado en gran medida mi carácter, mi forma de ser y de entender la vida.
No todo fue un camino de rosas, hubo años en los que, principalmente por motivos económicos, me tuve que quedar en casa y perderme salidas increibles por Africa o por otras zonas de Sudamerica, pero no se puede estar en todas, a menos que uno sea millonario y/o separado. Fueron años en los que simplemente me dedique a seguir recorriendo montañas más cercanas, mis Pirineos, mis Picos de Europa,...lo que tampoco está nada pero que nada mal.
Pero nunca dejé de extrañar, de echar de menos Los Alpes.
Añoraba los bosques húmedos de píceas y alerces, los altos y bucólicos pastizales, los picos agrestes y de siluetas desafiantes, los pueblos sacados como de un cuento de hadas, la impronta histórica de ciudades y pueblos, la auténtica tradición montañera de los refugios y los guias de montaña, en fin, todo eso que se da en las montañas del centro de Europa y solo allí. El que las conozca, sabe de qué estoy hablando.
El año pasado por fin regresé, concretamente al Tirol austríaco, para hacer un trekking del que ya tuvisteis cumplida cuenta en las páginas de este blog.
Este año 2013 tenía no obstante una cita pendiente con una ciudad y con una montaña que, como dijo Tudela, "está unida a mi vida y a mi historia", no sólo a la mia sino tambien a la de mis amigos más cercanos.
Somos muchos los que amamos este valle y lo hemos visitado en más de una ocasión de nuestra vida: Faustino, Lolo, Manolo, Jose Manuel, Roberto, Mayolín, Chema, Antonio, "Porrones", Javier,...Es, parafraseando de nuevo al célebre montañero, una montaña "que nos pertenece".
Por eso quería estar de nuevo aqui, necesitaba estar de nuevo aqui, y esta vez quería compartirlo con mi familia.
Ahora, sentado en esta terraza de la calle peatonal de Chamonix, mientras saboreo una Kronenbourg en un vaso precioso que debo estar pagando tambien, contemplo como el ocaso tiñe primero de naranja y luego de rosa los glaciares que aún hoy rebosan de las faldas del Mont Blanc, y me decido a escribir estas líneas, esta breve, imprecisa y torpe, pero apasionada memoria de mi vida montañera.
Foto 2 courtesy of Roberto Alonso
Foto 3 courtesy of Manuel Figueroa

4 comentarios:

Anónimo dijo...

a pstir de cierta edad se recuerda mucho el pasado yo prefiero vivir el presente

franki souto dijo...

Yo tengo la suerte de disfrutar de mi pasado y seguir viviendo mi presente a tope, como puedes observar en este blog.
y tu?

Jose Manuel A.V. dijo...

Amigo Franki: bueno y bonito historial montañero el que te has currado (y lo que te queda todavía, seguro). Me ha encantado lo de "a menos que uno sea millonario y/o separado". Yo lo dejaría en "separado o soltero" (je,je). Porque a millonarios en recuerdos y paseos por la montaña nadie nos gana. Y durante muchos años sin un duro, o con las pelas justitas (...aquellos primeros paseos por Chamonix sin poder parar en una terraza).

franki souto dijo...

Gracias por tu apoyo constante, amigo José Manuel, confió en que algunas de las que nos quedan las hagamos juntos