Estamos en octubre, cruzando con mi coche las tierras altas de Castilla-León y el termómetro no baja de los 30ºC, menudo verano largo éste.
Somos cuatro amigos del Club Sierra del Pinar, que nos hemos puesto de acuerdo para pasar unos días en Asturias, con la idea de cruzar a pie los tres macizos que conforman la cordillera de los Picos de Europa.
Comenzamos la caminata en los lagos de Covadonga, concretamente en el de La Ercina, en dirección a la Vega de Ario. La subida es suave pero constante hasta el collado del Jito, desde donde divisamos una estupenda panorámica de Los Urrieles, el macizo central. Son montañas irreales, parece como si una mano gigantesca las hubiera estirado hacia arriba.
Bajamos al refugio del Marqués de Villaviciosa y resulta que Ignacio, el guarda, fue socio de nuestro Club en una temporada en que estuvo viviendo en Jerez, el mundo es un pañuelo.
Por la tarde subimos al pico Jultayu, una cumbre modesta que ronda los 2.000 m., pero que se constituye como un mirador excepcional, con un abismo tremendo hacia la garganta del Cares.
Buena cena en el refugio y al día siguiente se nos presenta una gran bajada de 1.200m. de desnivel a través de la temible canal de Trea. Vueltas y más revueltas hasta llegar a la senda del Cares, con las piernas reventadas de ir frenando el paso. A mediodía, descansamos en el pueblo de Caín, junto al río, degustando un poco de queso Gamoneu. La tarde la empleamos en llegar, unos ratos por carretera y otros por camino, al pueblo de Cordiñanes, donde nos alojamos para pasar nuestra segunda noche, (esto ya es León).
La tercera etapa es de categoría especial: tenemos que subir al collado Jermoso por la canal de Asotín, 1.300 m. de desnivel en poco más de cuatro kilómetros, esto promete y más con nuestras piernecitas, ya tocadas.
La subida empieza desde el mismo pueblo, por una senda tallada en la roca, sin dificultad pero muy aérea, vamos que mejor no mirar para abajo. Pasado este trance, nos metemos en la canal propiamente dicha y cruzamos un hayedo precioso, con la otoñada empezando a insinuarse en las hojas. Vamos subiendo sin tregua para superar los restos de una gran morrena que nos da paso a la Vega de Asotín, el único rellano del camino, una pradera idílica al pie de la cara norte de la Torre del Friero, una de las escaladas invernales más prestigiosas de España.
Ahora sí que empieza la fiesta de verdad, nos queda la parte más dura de la subida, bordear el Argayu Congosto, una imponente pedrera, alcanzar el collado Solano, un flanqueo grande y aéreo a la derecha para trepar por el canalizo final, que sale a los pies mismos del refugio.
Cansados y casi deshidratados por el calor llegamos por fin y el guarda nos recibe con ¡¡...una copa de cerveza de barril!!, todo un lujo a estas alturas, sin duda traída en los portes que anualmente reciben vía helicóptero.
Con semejante refrigerio, pronto me recupero del ascenso y empiezo a disfrutar de las vistas de esta atalaya, este auténtico nido de águilas que es el refugio de Collado Jermoso.
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