Hace unos unos 25 años, cuando aún no era más que un chaval, nos fuimos un grupo de amigos y familiares a la Sierra, con la idea de acampar junto a la casa del Dornajo, en la Sierra del Endrinal. Salimos a media tarde de Benaocaz y, cosas que pasan, nos perdimos entre la niebla, tan amiga de estas alturas. Nos cogió la noche, llovía y no tuvimos más remedio que refugiarnos en la casa de Fardela, cuya puerta encontramos abierta. Aquella noche fue memorable, al calor de la chimenea y durmiendo sobre pieles de cabra. Creo que era por navidad. A la mañana siguiente apareció el dueño de la casa, se enfadó un poco pero pronto comprendió la situación y terminó siendo amigo nuestro, como pasa casi siempre con las gentes de la Sierra.
El domingo pasado rememoramos aquella aventura, casi con los mismos protagonistas, y unos cuantos más que se animaron, hasta 30 personas.
Las casas de Fardela y Dornajo, hoy en ruinas, nos advierten del inexorable paso del tiempo. Pero eso no importa ahora, lo que importa es que aún seguimos caminando por estos montes, disfrutando de ellos y disfrutando de la amistad que nos une.
Eso y nada más es lo que importa.
1 comentario:
eres un romántico, asín te va...
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