Con 14 ó 15 años, iba de campamento de verano con los scouts de San José. Nuestro sitio predilecto era la finca de Los Cuquillos, entre el nacimiento de Tempul y el pueblo de Algar. Acampábamos en la orilla del Majaceite, en verdes praderas salpicadas de acebuches y algarrobos, nos bañábamos en el río, pescábamos barbos e incluso bebíamos de sus aguas.
En 1.995 construyeron el nuevo embalse de Guadalcacín, el más grande de la provincia, con 800 hectómetros cúbicos, un auténtico mar interior que inundó el valle entero, más allá del puente Picado, hasta las dehesas de Garcisobaco.
Pero el tiempo pasa y ahora, cuando visito la zona, si el embalse está bien lleno, me parece de nuevo un lugar precioso, donde el verde de los árboles se funde con el azul de las aguas, donde curiosas rocas de caliza y cuarcita se yerguen hacia el cielo, donde los buitres vigilan siempre el aire y donde se adivinan cercanas las sierras de los Alcornocales y las de Grazalema.
Esta mañana me fui con la moto, sólo, para variar, y me asomé por las instalaciones del complejo turístico del Tajo del Águila, un romántico negocio de casitas de alquiler, embarcadero, bar, etc, donde verdaderamente se pueden pasar unos días muy agradables.
Lo que me preocupa es que recientemente el complejo ha sido adquirido por unos nuevos propietarios que piensan quitar las cabañas y construir un hotel más lujoso, según me confirmaron allí mismo. No sé si será una buena idea, la zona está en los límites del Parque Natural, no sé si justo dentro o justo fuera.
Habrá que estar atentos.
De momento, el lugar sigue mereciendo una visita, y si es en esta época, mejor.
Perdón por la calidad de las fotos, están hechas con el móvil, se me olvidó mi cámara en casa, una lástima, pero tendré que volver para sacar mejores instantáneas.
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