El valle de Chamonix está situado en una esquinita de Francia, que linda con Suiza y con Italia. A unos treinta kilómetros de la ciudad, valle arriba, está la primera de las dos fronteras, totalmente abierta y de paso libre. La carretera es preciosa, se pasa por Argentiere y por Vallorcine, con espectaculares vistas del glaciar de Le Tour, al que por cierto le tengo unas ganas tremendas.
Una vez en territorio suizo, pasado el col de La Forclaz, comienza un vertiginoso descenso hasta Martigny, ciudad situada en el fondo plano de un imenso valle que se alarga hasta perderse de vista, es el valle del Ródano, al que vierten todas las aguas de las montañas suizas, o de gran parte de ellas. Las dimensiones son colosales.
Visitamos Martigny, típica ciudad suiza, arreglada como un escaparate, pulcra, salpicada de terracitas donde tomar el sol y prohibitivos restaurantes donde degustar la gastronomia local, rodeada de perfectos viñedos situados en laderas y bancales cercanos, y famosa tambien por sus frutales, sobre todo los albaricoques, que se venden a lo largo de toda la carretera.
Nosotros giramos hacia el sur, para subir de nuevo hasta el paso del Gran San Bernardo, por una espectacular y sinuosa carretera, con un 11% de inclinación, y plagada de moteros, que también me ponen los dientes largos, (es que me gusta todo).
En lo alto del collado, a 2.473 m. de altitud, nos recibe un viento frio y nubes bajas, pero a pesar de ello nos bajamos y hacemos una visita del lugar, cargado de historia. Por aquí pasaba una importante calzada romana, la via Francígena, y en 1035 se edificó un hospicio de canónigos que hoy sigue abierto y que recibe a los viajeros y caminantes. Estos monjes se dedicaron entre otras cosas a reunir y adiestrar grandes perros que ayudaran al socorro y rescate de los peregrinos y de ahí la famosa raza de San Bernardos, que allí mismo se siguen criando (aunque creo que ya no llevan el barril de coñac al cuello).
Dejamos atras Suiza y entramos en Italia, por grandes y soleados bosques de montaña, que nos llevan después de una larga bajada al valle de Aosta. Estos italianos del norte no creo que sean más ricos que los suizos, pero si son mas ostentosos, sobre todo en los coches, no paran de verse Ferraris y grandes marcas por todos lados.
Llegamos a Courmayeur, que es un pueblo precioso al otro lado del Mont Blanc, en la cara sur. Es la versión italiana de Chamonix, con el mismo estilo refinado y consumista, pero realzando aun mas el caracter histórico de los primeros montañeros y guias de montaña. La casa y el cafe de los guias es un edificio lleno de encanto. De Courmayeur nos acercamos a Entreves, al pie justo del macizo, que por esta cara resulta sobrecogedor, con esos glaciares y espolones rocosos, que como además hoy estaban rodeados de negras nubes, aún tenían un aspecto más siniestro.
Hemos hecho 150 kms. de carretera de montaña desde Chamonix hasta aqui y ahora tomamos el tunel del Mont Blanc y en 11 km., como por arte de magia, estamos de vuelta en nuestro punto de partida, eso sí, previo pago de 40 eurazos de peaje. Pasar por el tunel, sabiendo la masa, las toneladas de roca y de hielo que tienes sobre la cabeza, resulta cuando menos curioso.
Se acaban nuestros días de vacaciones. Para finalizar, tenemos una noche de gran tormenta eléctrica y un día que amenece gris y lluvioso. Casi se agradece, después de días de tanto calor. Nos dedicamos a pasear, con capucha puesta, por los bosques cercanos a Les Houches, junto al lago de Les Chavants, donde la gente sube a pescar y donde también hay itinerarios, zona de escalada y zonas de juegos. Un lugar idilico, sin duda, ojalá tuviera uno algo parecido al lado de casa.
Por la tarde el tiempo mejora y desde mi balcón contemplo el espectáculo. Primero sale un arco iris que cruza todo el valle, luego deja de llover y las laderas lentamente se van iluminando. Las nubes poco a poco se retiran y empiezan a surgir entre ellas, como apariciones, las grandes paredes y peñas rocosas, cubiertas de una nueva y brillante capa de nieve. Finalmente, las altas cumbres se van perfilando y los glaciares resplandecen más blancos que nunca, como si alguien les hubiera aplicado una mano de pintura. Agoto una tarjeta de memoria y meto otra, mi cámara de fotos está que echa humo, pero no puedo dejar pasar este momento.
(Si no entiendes porqué me gusta tanto esto o te resulta aburrido lo que cuento, seguramente te has equivocado de blog).
Nos vamos, con dolor de nuestro corazón y con los bolsillos vacios.
Volveremos.
La próxima, en invierno.
Gracias a todos los que hayais leido estas líneas, ojalá os haya contagiado un poco de mi amor por este lugar del planeta.
cuaderno de bitácora de franki
diario de viajes
domingo, 1 de septiembre de 2013
domingo, 18 de agosto de 2013
RETORNO A CHAMONIX (2ª parte)
Llegamos al valle un caluroso martes por la tarde, con las cimas cubiertas por las nubes de evolución propias del verano. Nos alojamos en un coqueto apartamento forrado de madera en Les Houches, con un balcón con dos tumbonas asomado directamente a todas las caras norte del macizo: un auténtico espectáculo a cualquier hora del día.
Las calles de Chamonix son un hervidero de turistas, senderistas y montañeros, y es un placer pasear por la calle peatonal, mirar escaparates de las mejores boutiques de montaña, tomar una cerveza o una cena rápida en el "Poco Loco", consultar la meteo en la Casa de los Guias de Montaña o simplemente sentarse junto al monumento a Saussure (padre del alpinismo) y embobarse viendo el atardecer sobre los glaciares. Todo está practicamente tal como yo lo recordaba, y es que estos Saboyardos son tan conservadores que lo mantienen todo prefecto.
En el valle hay muchas cosas que hacer, no hay tiempo para el aburrimiento. Para ir en familia, como ibamos nosotros, la oferta es variada, aunque no demasiado económica.
El primer día nos montamos en el histórico tren de cremallera de Montenvers, construido a finales del sXIX y que marcó el inicio del turismo de montaña en Europa. El tren "repecha" desde Chamonix hasta el pie del mayor glaciar de Francia, "la mer de glace", el mar de hielo, que aún hoy, a pesar del terrible retroceso sufrido, conserva sus 7 km. de largo y 200 m. de espesor.
Cuando llegas a la estación de Montenvers, a 1913 m. de altitud, la vista sobre el glaciar, sobre Los Drus y las Grandes Jorasses resulta una magnífica recompensa. Hay muchas cosas que ver alli, una exposición sobre la construcción del ferrocarril, una galería de cristales hallados en el macizo, el Glaciorum, muestra interactiva sobre la formación y evolución de los glaciares,...Nosotros también bajamos a la gruta de hielo, tallada cada año en el glaciar y a la que se llega por una escalera con... 400 peldaños!!
Otro día que amaneció totalmente despejado, hicimos la famosa excursión del gran balcon sur, hasta el lago Blanco. Desde Les Praz tomamos el teleférico de La Flegere y luego un telesilla hasta Index, en donde quedaba bastante nieve. Desde aqui parte un fabuloso sendero que recorre toda la ladera de las Agujas Rojas, con el macizo de Mont Blanc de frente. En sendero es bueno y cómodo, aunque ahora tenía varios neveros que habia que atravesar y por donde habia que pasar con cuidado, por lo que nos encontramos a muy poca gente. Finalmente se llega al lago Blanco, parcialmente helado, donde hay un refugio que sirve comidas y bebidas. La panorámica es excelente, desde el glaciar de Le Tour, Argentiere, la Aguja Verde y los Drus, Grandes Jorasses, las Agujas de Chamonix y el propio Mont Blanc. Mi hijo me decía que parecía un "croma", un decorado de los que usan en televisión. El regreso lo hicimos bajando por el sendero a Le Flegere. La mejor excursión normal del valle, sin duda.
Un día hizo mucho calor, por encima de treinta grados, (Dios mío, no sé cuánto van a durar los glaciares!), y nos fuimos en plan pique-nique relax al cercano pueblo de Passy, donde hay un lago fantástico, de aguas cristalinas y rodeado de cesped y árboles de sombra. Bañarte mientras contemplas la mole del Mont Blanc, Bionnasay, el Gouter, aparte de otras montañas menores del macizo de Aravis, es una grata experiencia. Había gente, pero nada comparable a cualquiera de nuestras playas y además, la limpieza es absoluta.
lunes, 12 de agosto de 2013
RETORNO A CHAMONIX (1ª parte)
Ante tanto "recién llegado" y tanto advenedizo que anda suelto, permitidme que haga un poco de historia:
En 1.979, cuando contaba tan sólo catorce añitos, tuve la inmensa suerte de viajar a los alpes suizos, concretamente al valle de Kandersteg, para participar en un Jamboree, un campamento internacional de los scouts. El flechazo fue instantáneo, aquellas montañas y aquellos valles me cautivaron de tal manera que aún hoy me pongo nervioso al recordarlo.
En el verano de 1.984 participé en el primer viaje internacional de la agencia ALVENTUS, entonces ALJIBE CLUB DE VIAJEROS, y fue otra experiencia memorable: estuvimos en Chamonix, tambien en Grindelwald, donde hicimos un intento un poco suicida de escalar la cara oeste del Eiger y terminamos saliendo por Italia, visitando el Grand Paradiso y los espectaculares lagos Maggiore y Di Como.
Regresé a Los Alpes varios años consecutivos, siempre de la mano de mi amigo Faustino Rodríguez y su agencia, y estuve en el Oberland bernés, en el Tirol austríaco, en los Alpes Julianos de Eslovenia, varias de estas veces trabajando como guia de grupos y otras de forma más montañera, escalando picos como El Alphubel o el Johannisberg, entre otros.
Finalmente, en septiembre de 1.990 fui de nuevo a Chamonix con mi primo Lolo Figueroa y fue entonces cuando por fin escalamos el Mont Blanc, de 4.810m. de altura, entonces la montaña más alta de Europa.
A partir de ese momento, se abrió un largo paréntesis alpino que dura casi hasta nuestros días.
Durante la decada de los 90 y concretamente hasta 2008, me dediqué, en la medida de mis posibilidades, a recorrer otros países, otras montañas más lejanas y exóticas, con ascensiones y travesías en el Alto Atlas marroquí, en las remotas montañas del este de Turquia, en las selvas y los majestuosos volcanes de los Andes de Ecuador y por supuesto, en varias expediciones a diferentes zonas del Himalaya, en la India y Nepal, con algunas acensiones por encima de los 6.000 metros de altitud.
Durante la decada de los 90 y concretamente hasta 2008, me dediqué, en la medida de mis posibilidades, a recorrer otros países, otras montañas más lejanas y exóticas, con ascensiones y travesías en el Alto Atlas marroquí, en las remotas montañas del este de Turquia, en las selvas y los majestuosos volcanes de los Andes de Ecuador y por supuesto, en varias expediciones a diferentes zonas del Himalaya, en la India y Nepal, con algunas acensiones por encima de los 6.000 metros de altitud.
Esta última época reconozco que ha sido maravillosa, pues he tenido la suerte de conocer paisajes, gentes y culturas que han impregnado en gran medida mi carácter, mi forma de ser y de entender la vida.
No todo fue un camino de rosas, hubo años en los que, principalmente por motivos económicos, me tuve que quedar en casa y perderme salidas increibles por Africa o por otras zonas de Sudamerica, pero no se puede estar en todas, a menos que uno sea millonario y/o separado. Fueron años en los que simplemente me dedique a seguir recorriendo montañas más cercanas, mis Pirineos, mis Picos de Europa,...lo que tampoco está nada pero que nada mal.
Pero nunca dejé de extrañar, de echar de menos Los Alpes.
Añoraba los bosques húmedos de píceas y alerces, los altos y bucólicos pastizales, los picos agrestes y de siluetas desafiantes, los pueblos sacados como de un cuento de hadas, la impronta histórica de ciudades y pueblos, la auténtica tradición montañera de los refugios y los guias de montaña, en fin, todo eso que se da en las montañas del centro de Europa y solo allí. El que las conozca, sabe de qué estoy hablando.
El año pasado por fin regresé, concretamente al Tirol austríaco, para hacer un trekking del que ya tuvisteis cumplida cuenta en las páginas de este blog.
Este año 2013 tenía no obstante una cita pendiente con una ciudad y con una montaña que, como dijo Tudela, "está unida a mi vida y a mi historia", no sólo a la mia sino tambien a la de mis amigos más cercanos.
Somos muchos los que amamos este valle y lo hemos visitado en más de una ocasión de nuestra vida: Faustino, Lolo, Manolo, Jose Manuel, Roberto, Mayolín, Chema, Antonio, "Porrones", Javier,...Es, parafraseando de nuevo al célebre montañero, una montaña "que nos pertenece".
Por eso quería estar de nuevo aqui, necesitaba estar de nuevo aqui, y esta vez quería compartirlo con mi familia.
Ahora, sentado en esta terraza de la calle peatonal de Chamonix, mientras saboreo una Kronenbourg en un vaso precioso que debo estar pagando tambien, contemplo como el ocaso tiñe primero de naranja y luego de rosa los glaciares que aún hoy rebosan de las faldas del Mont Blanc, y me decido a escribir estas líneas, esta breve, imprecisa y torpe, pero apasionada memoria de mi vida montañera.
Foto 2 courtesy of Roberto Alonso
Foto 3 courtesy of Manuel Figueroa
Foto 3 courtesy of Manuel Figueroa
domingo, 4 de agosto de 2013
ANNECY, LA "VENECIA" FRANCESA
Ya sabéis que no suelo reseñar muchas visitas de ciudades en este blog, pero cuando una realmente me gusta, no tengo mas remedio que hacerlo. Tal es el caso de la capital de la Alta Saboya, en la región de Ródano-Alpes, en Francia.
Aprovechando un viaje familiar a Los Alpes, nos decidimos a conocer esta bonita localidad, situada a orillas de un gran lago y rodeada de frondosos bosques y montes pre-alpinos.
Annecy-le-vieux es el casco antiguo de la ciudad, surcado por varios canales que provienen del cercano lago, lo que ha servido de excusa para el desafortunado y poco original slogan turistico de la cabecera. No existe parecido entre Venecia y Annecy, aquello es una cosa y esto es otra, pero bueno, si la tonteria vende, pues vale.
Annecy es una ciudad reconstruida por los romanos tras el saqueo bárbaro, históricamente vinculada a la cercana Ginebra y tuvo un importante auge a finales del XVII por la industria sustentada en la potencia hidráulica del rio Thiou.
Su centro conserva numerosas construcciones de los siglos XV a XVIII y merece la pena pasear por sus calles, sus arcadas y sus plazas.
Eso fue lo que hicimos nosotros, pasear, cruzar sus puentes, refrescarnos junto a los canales, (aquí de aguas claras), tomar un helado y disfrutar de la animación reinante.
Como hacia calor, tras el largo paseo nos dirigimos al embarcadero del lago, donde se ofrece una variada gama de excursiones y actividades acuáticas. Nosotros optamos por una de las más asequibles, pero también de las más divertidas, alquilar una barquita de pedales y pasar a tarde bañandonos en las turquesas aguas.
Por la noche, con las terrazas iluminadas, los barecitos y restaurantes llenos de gente, debe de tener un gran ambiente, pero eso lo dejamos para otra ocasión.
Aprovechando un viaje familiar a Los Alpes, nos decidimos a conocer esta bonita localidad, situada a orillas de un gran lago y rodeada de frondosos bosques y montes pre-alpinos.
Annecy-le-vieux es el casco antiguo de la ciudad, surcado por varios canales que provienen del cercano lago, lo que ha servido de excusa para el desafortunado y poco original slogan turistico de la cabecera. No existe parecido entre Venecia y Annecy, aquello es una cosa y esto es otra, pero bueno, si la tonteria vende, pues vale.
Annecy es una ciudad reconstruida por los romanos tras el saqueo bárbaro, históricamente vinculada a la cercana Ginebra y tuvo un importante auge a finales del XVII por la industria sustentada en la potencia hidráulica del rio Thiou.
Su centro conserva numerosas construcciones de los siglos XV a XVIII y merece la pena pasear por sus calles, sus arcadas y sus plazas.
Eso fue lo que hicimos nosotros, pasear, cruzar sus puentes, refrescarnos junto a los canales, (aquí de aguas claras), tomar un helado y disfrutar de la animación reinante.
Como hacia calor, tras el largo paseo nos dirigimos al embarcadero del lago, donde se ofrece una variada gama de excursiones y actividades acuáticas. Nosotros optamos por una de las más asequibles, pero también de las más divertidas, alquilar una barquita de pedales y pasar a tarde bañandonos en las turquesas aguas.
Por la noche, con las terrazas iluminadas, los barecitos y restaurantes llenos de gente, debe de tener un gran ambiente, pero eso lo dejamos para otra ocasión.
sábado, 3 de agosto de 2013
FIN DE TEMPORADA EN SIETE LAGUNAS
Este año he participado mas bien poco en las actividades colectivas del Club Sierra del Pinar, y no porque hayan sido pocas o carentes de interés, todo lo contrario, sino porque últimamente cada vez organizo peor mi escaso tiempo libre.
En cualquier caso, contra viento y marea, el ultimo fin de semana del pasado mes de Junio me incorporporaba a la cena con mis amigos en Pitres, en plena Alpujarra granadina. Una cena con todos sus avíos, con su morcillita, sus papas a lo pobre, y hasta con su "digestivo" al final en un bareto donde aún aguantaban los "aparatos" del pueblo.
El sabado tomábamos el microbús lanzadera en Capileira, en dirección al Chorrillo, donde comenzariamos a caminar en dirección a la cañada de Siete Lagunas, entre bonitos praderíos, jóvenes lagunas y grandes restos de neveros.
Tras una breve parada, el grupo entero decide subir a la Alcazaba, y lo hacemos por el paso conocido como "el coladero", junto a los Tajos Coloraos. Con bastante nieve pero sin problemas, salimos al plateau de la cima, donde vamos a pasar un buen rato disfrutando. En la bajada algunos se tiran por la loma abajo y otros volvemos por el mismo paso, aprovechando para visitar las lagunas más altas del circo.
Ya en la lagunDa Hondera, montamos nuestro campamento y preparamos una variada cena. La noche es muy agradable, sin viento y con buena temperatura, lo que nos asegura una buena velada. Un grupo cercano ha subido con un enorme perro tipo San Bernardo, por lo que esta noche estamos tranquilos, no tendremos visita de zorros.
Por la mañana, unos pocos recogemos rápido y nos vamos al Mulhacen, al que subimos en tiempo récord. Más rápida aún hacemos la bajada, casi corriendo, pues el resto del grupo nos espera en la lanzadera.
El fin de fiesta lo tenemos en Lanjaron, en el restaurante "la casita de papel", buen servicio y precio ajustado. Recomendable.
Estos fines de semana en Sierra Nevada son siempre un auténtico regalo: buenos amigos, alta montaña, clima agradable.
Aunque cueste un poco, merece la pena asistir, nunca defrauda.
En cualquier caso, contra viento y marea, el ultimo fin de semana del pasado mes de Junio me incorporporaba a la cena con mis amigos en Pitres, en plena Alpujarra granadina. Una cena con todos sus avíos, con su morcillita, sus papas a lo pobre, y hasta con su "digestivo" al final en un bareto donde aún aguantaban los "aparatos" del pueblo.
El sabado tomábamos el microbús lanzadera en Capileira, en dirección al Chorrillo, donde comenzariamos a caminar en dirección a la cañada de Siete Lagunas, entre bonitos praderíos, jóvenes lagunas y grandes restos de neveros.
Tras una breve parada, el grupo entero decide subir a la Alcazaba, y lo hacemos por el paso conocido como "el coladero", junto a los Tajos Coloraos. Con bastante nieve pero sin problemas, salimos al plateau de la cima, donde vamos a pasar un buen rato disfrutando. En la bajada algunos se tiran por la loma abajo y otros volvemos por el mismo paso, aprovechando para visitar las lagunas más altas del circo.
Ya en la lagunDa Hondera, montamos nuestro campamento y preparamos una variada cena. La noche es muy agradable, sin viento y con buena temperatura, lo que nos asegura una buena velada. Un grupo cercano ha subido con un enorme perro tipo San Bernardo, por lo que esta noche estamos tranquilos, no tendremos visita de zorros.
Por la mañana, unos pocos recogemos rápido y nos vamos al Mulhacen, al que subimos en tiempo récord. Más rápida aún hacemos la bajada, casi corriendo, pues el resto del grupo nos espera en la lanzadera.
El fin de fiesta lo tenemos en Lanjaron, en el restaurante "la casita de papel", buen servicio y precio ajustado. Recomendable.
Estos fines de semana en Sierra Nevada son siempre un auténtico regalo: buenos amigos, alta montaña, clima agradable.
Aunque cueste un poco, merece la pena asistir, nunca defrauda.
lunes, 24 de junio de 2013
THREE LITTLE PIGS
El jueves pasado, día 20 de junio, por razones que no vienen al caso, se encendió un testigo rojo en el panel de control de mi pobre cerebro.
ALERTA
FALLO GENERAL DEL SISTEMA
RESET? Y/N
El bueno de mi hermano Joaquín, sin saberlo, ya había salido en mi auxilio, convocando al grupo motero CERDOS SALVAJES para una escapada rápida de fin de semana, así que no tuve más que llamarlo y decirle que por favor contara conmigo.
Esta vez sólo conseguimos que un cerdito más se uniera a nosotros, Pepe Robert, socio de los antiguos y accionista del grupo. Otros cochinos ilustres declinaron la invitación: el Milesio tenía visita familiar, Diego taxi tenía un pleito con el ministerio de Hacienda, Adolfo fall in love, Chiqui de gira con su banda,...en fin, que nos quedamos los tres, más que suficiente.
¿Adónde vamos, chicos?-pregunté ansioso el mismo sábado por la mañana, ya montados en las máquinas.
A tierra de cerdos, como es lógico,- dijo Joaquín, ya desde el principio en su papel de guía espiritual.
Pues allá vamos, camino de Aracena, en la sierra de Huelva.
A las doce y media de la mañana ya estábamos sentados frente a una cerveza helada en la plaza de este bonito pueblo. Empezaba a hacer calor y nos planteamos buscar un río, charco, ciénaga o similar donde retozar y dejar pasar las horas centrales del día. Pasamos por Castaño de Robledo, entre hermosos bosques de castaños en plena floración, luego nos asomamos a la Peña de Arias Montaño, sobre el pueblo de Alajar y allí nos recomendaron la piscina municipal de Cortegana. La carretera es preciosa, en continúa sombra, buen asfalto y curvas enlazadas, perfecto para disfrutar.
Al llegar, la piscina estaba cerrada, así que nuestro gozo en un pozo.
¿Qué hacemos?-interroga Pepe mientras devora un plato de aceitunas.
Quillo, Portugal esta ahí al lado. ¿No sería genial terminar el día viendo la puesta de sol en el Atlántico?-propongo en uno de mis clásicos arranques.
Joaquín da con el martillo en la mesa y ya estamos de nuevo en marcha, entrando en el país vecino por Rosal de la Frontera.
Seguimos por Serpa, Beja, Aljustrel y Odemira, cruzando todo el Alentejo por carreteras secundarias de buen piso y siempre franqueadas por árboles (no como en España).
Al caer la tarde desembocamos en Zambujeira do Mar, pueblecito asomado al océano, donde disfrutamos de un magnífico ocaso seguido de una cena de pescado a la parrilla, todo ello regado con cerveja Sagres y mucho vinho verde.
Esa noche hay una luna llena gigantesca, es la fiesta de San Juan, y lo celebran con una versión pueblerina del carnaval brasileño. Las diferentes agrupaciones lucen sus mejores galas y desfilan al compás de la música, dando vueltas alrededor de la pista deportiva, hoy adornada a modo de Sambódromo. No os podeis imaginar lo que nos reímos.
A la mañana siguiente duele un poco la cabeza, pero se nos quita rápido con un baño en las gélidas y revueltas aguas de la playa.
El regreso no tiene gran historia, mucha autovia y el termómetro que sube y sube de modo implacable.
En resumen, un fin de semana estupendo y el "ordenador" de nuevo en perfecto estado, bueno, todo lo perfecto que puede estar, ya sabéis.
ALERTA
FALLO GENERAL DEL SISTEMA
RESET? Y/N
El bueno de mi hermano Joaquín, sin saberlo, ya había salido en mi auxilio, convocando al grupo motero CERDOS SALVAJES para una escapada rápida de fin de semana, así que no tuve más que llamarlo y decirle que por favor contara conmigo.
Esta vez sólo conseguimos que un cerdito más se uniera a nosotros, Pepe Robert, socio de los antiguos y accionista del grupo. Otros cochinos ilustres declinaron la invitación: el Milesio tenía visita familiar, Diego taxi tenía un pleito con el ministerio de Hacienda, Adolfo fall in love, Chiqui de gira con su banda,...en fin, que nos quedamos los tres, más que suficiente.
¿Adónde vamos, chicos?-pregunté ansioso el mismo sábado por la mañana, ya montados en las máquinas.
A tierra de cerdos, como es lógico,- dijo Joaquín, ya desde el principio en su papel de guía espiritual.
Pues allá vamos, camino de Aracena, en la sierra de Huelva.
A las doce y media de la mañana ya estábamos sentados frente a una cerveza helada en la plaza de este bonito pueblo. Empezaba a hacer calor y nos planteamos buscar un río, charco, ciénaga o similar donde retozar y dejar pasar las horas centrales del día. Pasamos por Castaño de Robledo, entre hermosos bosques de castaños en plena floración, luego nos asomamos a la Peña de Arias Montaño, sobre el pueblo de Alajar y allí nos recomendaron la piscina municipal de Cortegana. La carretera es preciosa, en continúa sombra, buen asfalto y curvas enlazadas, perfecto para disfrutar.
Al llegar, la piscina estaba cerrada, así que nuestro gozo en un pozo.
¿Qué hacemos?-interroga Pepe mientras devora un plato de aceitunas.
Quillo, Portugal esta ahí al lado. ¿No sería genial terminar el día viendo la puesta de sol en el Atlántico?-propongo en uno de mis clásicos arranques.
Joaquín da con el martillo en la mesa y ya estamos de nuevo en marcha, entrando en el país vecino por Rosal de la Frontera.
Seguimos por Serpa, Beja, Aljustrel y Odemira, cruzando todo el Alentejo por carreteras secundarias de buen piso y siempre franqueadas por árboles (no como en España).
Al caer la tarde desembocamos en Zambujeira do Mar, pueblecito asomado al océano, donde disfrutamos de un magnífico ocaso seguido de una cena de pescado a la parrilla, todo ello regado con cerveja Sagres y mucho vinho verde.
Esa noche hay una luna llena gigantesca, es la fiesta de San Juan, y lo celebran con una versión pueblerina del carnaval brasileño. Las diferentes agrupaciones lucen sus mejores galas y desfilan al compás de la música, dando vueltas alrededor de la pista deportiva, hoy adornada a modo de Sambódromo. No os podeis imaginar lo que nos reímos.
A la mañana siguiente duele un poco la cabeza, pero se nos quita rápido con un baño en las gélidas y revueltas aguas de la playa.
El regreso no tiene gran historia, mucha autovia y el termómetro que sube y sube de modo implacable.
En resumen, un fin de semana estupendo y el "ordenador" de nuevo en perfecto estado, bueno, todo lo perfecto que puede estar, ya sabéis.
domingo, 7 de abril de 2013
LA RUTA DEL AGUA
No estamos acostumbrados a que en nuestra tierra llueva tanto. La provincia de Cádiz tiene capacidad para embalsar 1.800 hm3 de agua, y estamos ya por encima de 1.760, lo que resulta una burrada, pero es que aún no ha parado de llover...
De entre todos los embalses destaca el de Guadalcacín, un autentico "mar interior" de 800 hm3 de capacidad y que ahora mismo de encuentra al 98,5%, o sea, casi al límite del rebosamiento.
Ante esta perspectiva y dado que hoy amanece medio bueno, decido coger la moto y hacer lo que ya se denomina "la ruta del agua", echar un vistazo a los pantanos, ríos y arroyos de nuestra comarca.
El ya mencionado de Guadalcacín es impresionante, están desembalsando y el agua ruge al salir del fondo de la presa. Numeroso público se concentra en el lugar, ávidos de ver algo que no es usual y contentos de comprobar que al menos tenemos abundancia de algo en Cádiz, de agua, que no es poca cosa.
Al pasar junto al manantial de Tempul, el agua sale a borbotones, lástima que el interior de este nacimiento no pueda visitarse.
El puente Picao casi se mete en el agua y en algunos lugares parece que falta poco para que se inunde la carretera.
Por cierto, ahora que hablo de la carretera, no todo resulta bonito, el temporal ha causado muchos derrumbes y numerosos tramos se encuentran cortados, por lo que hay que circular con mucha precaución. Veremos a ver de dónde se saca dinero público para arreglar todo esto, tal como está la cosa.
Continúo mi ruta por el Charco de los Hurones, Zahara de la Sierra y termino junto a la presa de Bornos, saturado de ver tanto líquido elemento.
El campo está precioso, exuberante, todos los arroyos corren alegres y ruidosos, el ganado se me antoja contento, hinchado de comer tanto pasto, parece que estuviera en tierras del norte.
Este final de primavera e inicio de verano prometen bastante.
viernes, 5 de abril de 2013
GENALGUACIL
En el rincón más aislado del valle del Genal se encuentra este pintoresco pueblecito de estrechas y empinadas calles, asomado a un balcón natural a 600 metros de altitud y mirando hacia el sur, hacia la Sierra Crestellina y más al fondo, al campo de Gibraltar.
El entorno del valle es único, extensos bosques de encinas, chaparros y castaños regados por un impetuoso río de aguas claras, y todo ello salpicado por más de quince pueblos, que desde la lejanía asemejan gotas de blanca cal que han caído al azar desde el cielo.
Genalguacil no pasaría de ser uno más de estos pueblos si no fuera por el cariño y el buen gusto de sus habitantes, que lo han convertido en un auténtico museo al aire libre, llenando cada calle, cada rincón, de curiosas y divertidas composiciones artísticas, estatuas, mosaicos o graffitis, sin olvidar la ornamentación vegetal, con muchas y bonitas macetas, plantones y pequeños jardines.
Aparte de las obras expuestas en la calle, el pueblo cuenta con un museo de arte contemporáneo, que abre los fines de semana y festivos, pero cuando fuimos nosotros, estaba cerrado.
Si tenéis ganas de monte, cerca está el puerto de Piedras Blancas y el Pinsapar de Sierra Bermeja, a cuya cima, Los Reales, se sube facilmente y desde donde se obtiene una magnifica vista de la costa mediterranea.
Para comer en la zona hay algunos bares, pero yo me quedo con la terraza y la barbacoa de la venta San Juan, abajo en el río.
En esta ocasión visitamos también el pueblo de Júzcar, famoso porque recientemente gastaron 9 toneladas de pintura, lo pusieron entero de azul y lo declararon "pueblo pitufo". Desde lejos resulta llamativo y no dudo que atraiga a los visitantes, pero particularmente la decoración interior del pueblo no me parece acertada, por utilizar un lenguaje prudente.
Otro día os comentaré más cosas y más paseos del valle del Genal, el cual voy descubriendo poco a poco, y cada vez me entusiasma más.
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