Envuelto en una fina capa de nieblas, conservo aún vivo el recuerdo de mi padre llevándome a conocer la mayor y más importante viña del marco de Jerez. Yo podría tener 10 u 11 años y sin duda ya amaba el campo.
Aquella viña me parecía un paraíso, con su "castillo", sus suaves lomas, sus amplias vistas, y en mi ignorancia, me parecía como si de alguna forma aquello me perteneciera, porque era la viña de la bodega junto a la que yo vivía y donde mi padre trabajaba.
Treinta y tantos años más tarde, ahora llevado por mi hermano, vuelvo a visitar El Majuelo, y lo encuentro como lo recordaba: su esbelta torre vigía de posible orígen árabe, su antigua casa de viña del siglo XVIII, sus extensos viñedos perfectamente alineados y en esta época luciendo preciosos tonos ocres y sus maravillosas vistas de la campiña, incluso, en días claros, hasta el mar.


No obstante, la multinacional Beam mantiene las instalaciones en muy buen estado y eso, en los tiempos que corren, es cuando menos de agradecer. Estas casas de viña que rodean Jerez son un patrimonio valiosísimo que ojalá todos pudiésemos conocer y valorar.
Al caer la tarde, desde lo más alto de la torre, a la que se accede por una angosta escalera de caracol, se contempla, mirando hacia Rota, una puesta de sol magnífica, a pesar de que hoy el día se puso muy nublado.
Vuelvo a sentir como aquél niño, como si todo lo que me rodea me perteneciera.