Amanece el cuarto día y afrontamos la etapa más larga, de unas siete horas de duración prevista y cruzando dos puertos importantes. Salimos del refugio temprano y caminamos a media ladera por la zona conocida como la Vetta de Italia, con algunos pasos equipados con cables pero sin problemas hasta llegar a un antiguo puesto fronterizo, aún ocupado por policías italianos, cuya función desconocemos. El sitio es ideal y disfruta de una soberbia vista del valle y del Picco dei Tres Signori, en alemán Dreiherrenspitze, un tresmil gigantesco y de aspecto difícil.

Se trata del refugio más aislado y de más difícil acceso en la zona, y el ambiente es muy montañero, sobrio, alemán, antiguo pero perfectamente conservado y con estancias que parecen sacadas de una película de posguerra.
Al final nos hacemos amigos del guarda y hasta nos invita a unos snaps.
Quinta etapa: del refugio Richter al Zittahuer Hütte, en otro valle y con un buen puerto por medio, como siempre en este tipo de travesías de montaña. Por primera vez amanece nublado y con lluvia, por lo que alargamos un poco más el desayuno.
Al rato parece que abre un poco y nos ponemos en marcha. El camino baja bastante y luego comienza un largo flanqueo por unas terrazas, ganando rápidamente altura. Por encima de nuestras cabezas cuelgan las enormes masas glaciares de los picos Richter y Spaten, de aspecto lúgubre y llenas de grietas. Nos internamos en un valle secundario y empieza a llover, por lo que paramos a equiparnos con los anoraks. Las nubes son muy negras pero pasan con velocidad.

Desde nuestra atalaya contemplamos, muy abajo el refugio Zittahuer, con un aspecto flamante, recién remodelado y junto a un precioso lago. La idea de tomar una cerveza en la terraza nos anima a bajar rápidamente, mientras las nubes se cierran de nuevo y se prepara otra buena tormenta.
Hoy se acaba el trekking y el día amanece con niebla y algo de lluvia. Abandonamos las alturas, el sendero baja y baja, llegando de nuevo a la amabilidad del valle y los bosques de alerces y piceas. Todavía un último puerto nos hará sudar bastante, para dar paso al valle de Krimm, de donde partimos a pie hace casi una semana.

Para mí, no hay nada en el mundo más bello que estos valles y estas montañas. Espero no dejar tanto tiempo pasar para volver a ellas.